¿Debo castigar o no a mi hijo? Para responder acertadamente a esta pregunta es necesario primero entender qué es un castigo. Según la definición del Diccionario de la Real Academia, es la pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta. La pregunta correcta sería entonces: ¿se le debe imponer una pena a un niño cada vez que comenta una falta?
La respuesta es no, no siempre. Muchas veces basta con explicarle que él hizo algo mal y cómo debe hacerlo bien. Es fundamental mostrarle el comportamiento adecuado.
En otras ocasiones, las consecuencias de los actos son tan desastrosas, que el niño entiende con los hechos que hizo algo mal o que causó problemas y con eso es necesario sin necesidad de imponer un castigo.
Juliana Gallo, educadora, dueña y directora del Jardín Infantil Hans Andersen, explica que, por ejemplo, antes de los tres años los niños no tienen muy clara la relación entre causa y efecto, con lo cual no pueden prever qué va a pasar y no por eso entonces sus actos son malos en sí mismos. Por ejemplo, un pequeño puede querer abrazar a otro niño, pero todavía no mide sus fuerzas entonces lo aprieta muy fuerte con lo cual el otro llora y pide ayudar. Claramente la intención no era hacerle daño, por el contrario, era ser cariñoso. En un caso como estos, lo mejor es explicarle al niño que debe ser más suave, pero regañarlo y castigarlo no son las mejores opciones en una situación como esta, porque el pequeño no entenderá qué pasó y puede llegar a pensar equivocadamente que lo que está mal es dar abrazos.
Para Pablo Antonio Vásquez, psicólogo especialista en psicopedagogía, «los castigos no son los más indicados para educar a los niños. Primero tenemos que entrar a un proceso de enseñar al niño, mostrarle qué es lo que esperamos de él y modelar su comportamiento. Si nosotros aplicamos unas normas adecuadas para que el niño sepa qué esperamos de él, el niño va a aprender sin necesidad de que lo castiguen”.
En concepto del especialista, “los castigos pueden ser nocivos, porque le estamos reforzando al niño una conducta, puede caer en un mal entendimiento sobre qué es lo que puede y no debe hacer, y puede creer que papá y mamá tienen que estar ‘pegados del techo’ para que él pueda tener la atención de parte de ellos”.
Es importante entender que los hechos tienen consecuencias naturales y lógicas y es, aún más importante, que el niño las aprenda. Como explica la Academia Americana de Pediatría, “como resultado de las acciones propias de un niño, naturalmente ocurren ciertas consecuencias o reacciones, a menos que alguien intervenga. Por ejemplo, no cuidar un juguete puede resultar en que ese juguete ya no funcione. Burlarse de los compañeros de juego puede ocasionar que el niño pierda a sus amigos, lo golpeen o que se burlen de él”.
Entonces, ¿qué hacer?
Su función como adulto es muchas veces explicarle al niño cuál es la consecuencia que va a obtener si se comporta de determinada manera.
Otra situación que sirve como ejemplo es si el niño no guarda los juguetes a tiempo, no alcanzará a ir a visitar a la abuela. Esto no es un castigo, esto es una consecuencia lógica, porque ya se hizo tarde. Esto es algo que les padres le deben hacer ver al niño. Es igualmente importante que, si el pequeño recoge los juguetes pronto, la consecuencia lógica será entonces alcanzar a ir a visitar a la abuela.
En el caso en el que un niño haga alguna necedad como desordenar o pintar una pared, la consecuencia lógica es que tendrá que recoger el desorden sea lo que sea o tendrá que limpiar la pared. En estos casos, la consecuencia de ordenar y limpiar educa más que prohibirle al niño jugar con su juguete preferido por haber pintado la pared.

La función de los adultos es explicarle al niño cuál es la consecuencia que va a obtener si se comporta de determinada manera.
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En el caso en el que un niño haga alguna necedad como desordenar o pintar una pared, la consecuencia lógica es que tendrá que recoger el desorden sea lo que sea o tendrá que limpiar la pared
Si su hijo no se come el almuerzo porque está necio y caprichoso, usted sencillamente debe retirarle el plato y cuando tenga hambre le volverá a ofrecer la comida que dejó. Otra alternativa con la comida, un tema muy difícil para muchos padres, es que si el niño no se come el almuerzo, solo se le volverá a servir algo de comer a la hora de la siguiente comida. La consecuencia natural será que sienta hambre y con ello aprenderá que debe comer a la hora indicada.
Muy distinto sería decirle a ese mismo niño que por no comer durante el almuerzo, ahora no podrá ver televisión en la tarde. Esto sería un castigo poco útil y lo más probable es que no eduque mucho. Como explica Gallo, primero, porque no está clara la relación entre la televisión y la comida, y, en segundo lugar, porque no ver televisión no es una consecuencia lógica que se deriva de no alimentarse.
Juliana Gallo sostiene que si se entienden los castigos como consecuencias lógicas de los actos estas deben estar totalmente relacionadas con el acto equivocado que cometieron. Por ejemplo, si el niño le tira su juguete a alguien, la consecuencia lógica sería confiscarle el juguete, pero dejar de invitarlo a comer helado no tiene relación alguna con la agresión, con lo cual no sería una buena opción para educar al menor.
La educadora es enfática al señalar que los castigos y los regaños jamás deben agredir física ni emocionalmente al niño. Jamás deben humillar ni chantajear. Frases como “ya no te quiero por ser tan necio” o “si haces esto dejarás de ser mi hijo adorado” o “eres un niño malo” debe evitarse a toda costa. El niño no es malo y jamás dejará de ser amado, lo que está mal y debe corregirse es el acto en sí mismo.
Uno de los principales errores que comenten los padres al castigar a los hijos, explica la educadora, es amenazarlos con consecuencias que no pueden cumplir, como decirles que no los llevan donde las tías cuando es algo que no pueden hacer porque no tienen quien los cuide si de verdad los dejan en la casa.
Cuando un padre anuncia que va a hacer algo como consecuencia de un mal acto de su hijo, debe estar realmente dispuesto a cumplir con su anuncio y debe pensar que es algo realista y sensato. No se trata de sonar muy fuerte y agresivo para intimidar al menor, se trata de mostrarle que los actos tienen consecuencias y esas consecuencias son reales y se cumplen.